A unos 10 kilómetros al norte de Amsterdam se encuentra una de las atracciones turísticas más visitadas del país: Zaanse Schans.
Y es que no nos engañemos. El sitio está muy cuidado y es realmente bonito, pero es un parque temático que vive de cazar autobuses de turistas. Te hablan de autenticidad y de costumbres ancestrales, pero terminas con agujetas en los brazos de sacar la cartera del bolsillo.
En esta aldea hay varios molinos (en un excelente estado de conservación) que en su día se dedicaron a la obtención de yesos o pigmentos para la ropa. Hoy en día su giro debe hacer algún efecto similar al del hipnosapo, y termina atrayendo a todos los autobuses que se encuentran en un radio de 10 kilómetros a la redonda.
Uno de los molinos, llamado "El Gato", es visitable y resulta muy interesante adentrarse ente los crujidos de sus engranajes de madera mientras muelen piedras ante una multitud de japoneses con los ojos como platos (es un decir).
La aldea tiene rincones muy bonitos, puedes ver pequeños corrales y huertos, y pasear entre gallinas y vacas que te miran con un interés desaforado.



El pueblo tiene una zona turístico-comercial con multitud de tiendas (más que habitantes, seguro) y exposiciones variopintas. Desde salas de elaboración de quesos dignas de la Cenicienta hasta demostraciones de fabricación de zuecos, ese infravalorado zapato multiusos que la gente se lleva a puñados (y lo peor es que buscan hasta sus números, ¿realmente alguien se lo pone cuando vuelve a su casa?).
El pueblo tiene una zona turístico-comercial con multitud de tiendas (más que habitantes, seguro) y exposiciones variopintas. Desde salas de elaboración de quesos dignas de la Cenicienta hasta demostraciones de fabricación de zuecos, ese infravalorado zapato multiusos que la gente se lleva a puñados (y lo peor es que buscan hasta sus números, ¿realmente alguien se lo pone cuando vuelve a su casa?).
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