Estambul (Parte 1)

Sin ninguna duda, una de las ciudades que más ganas teníamos de conocer de todo el planeta era Estambul. Se nos había resistido a un par de intentos anteriores porque no queríamos ir a Turquía sin tiempo de hacer un viaje por el interior del país, así que hemos estado mirándola de reojo hasta que por fin nos cuadraron las fechas.

Solamente los nombres de la ciudad (Estambul, Constantinopla, Bizancio) son tan evocadores, que hay que admitir que las expectativas eran muy altas. Y en nuestro caso las cumplió sobradamente.

Aunque el centro es relativamente pequeño y son accesibles a pie la mayoría de lugares de interés, Estambul es una megalópolis de tales dimensiones que volviendo en coche desde Ankara recorrimos casi 30 km para llegar al centro. Y no vamos a resistirnos a la tentación de caer en el tópico de decir que "no en vano es la única ciudad del mundo situada en dos continentes (Asia y Europa)". Hala. Es lo que hay.

El centro de la ciudad (al menos el centro turístico) es el barrio de Sultanahmet, situado en una península rodeada por el mar de Mármara al sur, el estrecho del Bósforo al este y el Cuerno de Oro al norte. De todos los sitios donde hemos estado, es el lugar que en menos espacio alberga la mayor colección de maravillas históricas. Todo lo que vamos a mostrar en esta entrada, y la mayoría de lo de la segunda parte, se encuentra en este barrio, a pocos minutos andando uno de otro.

Aunque es difícil ordenarlas por importancia, quizá la más espectacular sea la Iglesia de Santa Sofía. Inaugurada por el emperador Justiniano en el año 537, es una obra maestra del arte bizantino. Como buenos herederos del arte romano, los bizantinos crearon una auténtica maravilla de la ingeniería.


A mediados del siglo XV, cuando los otomanos conquistaron definitivamente Estambul, conviertieron la catedral en una mezquita. Su aspecto original lo podéis ver aquí.

Durante casi 1000 años fue la mayor catedral del mundo (hasta la construcción en 1520 de la Catedral de Sevilla).

Los mosaicos que conserva la iglesia son impresionantes. Este, llamado Deësis, perteneciente al siglo XIII, está considerado una de las cumbres del arte bizantino.

Separada de Santa Sofía por una zona ajardinada se encuentra la hermosa mezquita que el sultán Ahmed I mandó construir como contrapartida islámica en el siglo XVI, la Mezquita Azul. Es la primera mezquita de Tuquía, y recibe ese nombre por los 21.043 azulejos azules de Izmir (Esmirna) que decoran su interior.

El número de alminares está relacionado con la importancia de quién mandara construir la mezquita, y de hecho sólo podían tener cuatro o más de ellos las mezquitas encargadas por el sultán. Esta es la única de Estambul que tiene seis.

La concurrida plaza entre Santa Sofía y la Mezquita Azul es un buen sitio para descansar tomando una taza de té de los puestos cercanos.

Aunque bellamente decorada, soporta el peso de su gran cúpula por cuatro gigantescas columnas de pata de elefante, lo que le da un aspecto menos grácil que su vecina Santa Sofía a pesar de ser casi un milenio más moderna.

El palacio Topkapi fue mandado construir en el siglo XV por el sultán Mehmed II tras conquistar Estambul para los otomanos. Fue la residencia de los sultanes durante los siguientes cuatrocientos años, y se convertió en un icono del lujo y la belleza misteriosa de esta civilización oriental.

Este monumental complejo, conocido también como el Palacio del Serrallo, ha sido inmortalizado en todas las artes (óperas, novelas...). En los distintos edificios que lo componen, rodeados de bellos jardines, se han instalado múltiples exposiciones relacionadas con la vida y el funcionamiento en el palacio, con lo que una visita exhaustiva puede requerir casi un día completo.

El complejo palaciego se encuentra sobre una colina que domina la entrada al Estrecho del Bósforo.

La restauración de los edificios aún no está terminada, pero el sitio es espectacular.

La zona más visitada es la correspondiente al Harem. Resulta muy interesante una guía que explique los pormenores de su organización, una auténtica mini sociedad dentro de la corte.


Con el objetivo de asegurarse una buena provisión de agua durante posibles asedios, los bizantinos construyeron hasta 60 cisternas por toda Constantinopla. Cerca de Santa Sofía se encuentra la conocida como Cisterna de la Basílica, la mayor de todas ellas.

Fue construida en el año 532, usando 336 columnas provenientes de diversos templos paganos de Anatolia, y ocupa una superficie de 10.000 metros cuadrados.

Como curiosidad, la cisterna es unode los escenarios donde transcurre la película de James Bond Desde Rusia con amor.

Con 8 metros de altura, tiene capacidad para 30 millones de litros.

En un extremo hay dos capiteles con forma de cabeza de Medusa en extrañas posiciones. Al parecer no está claro quién las puso allí ni porqué las colocó invertidas o de lado.

Al lado de la Mezquita Azul están los restos del Hipódromo. El origen de este circuito de carreras de caballos se remonta a los primeros años de la ciudad, cuando era conocida como Bizancio. Construido en el año 203 por el emperador Septimio Severo, sería Constantino el Grande quien, en su empeño por engrandecer la ciudad al trasladar el gobierno a la misma un siglo después, lo modificó hasta dotarle de 450 metros de largo y 130 de ancho. Llegó a tener capacidad para 100.000 personas.

Actualmente el hipódromo no está apenas excavado. A lo largo de su recorrido hay un paseo en el que se pueden apreciar restos griegos, egipcios y romanos.

Uno de ellos es el Obelisco de Tutmosis III. Traído por Constantino en el año 390 desde Egipto para decorar el Hipódromo, fue colocado en el interior del circuito. Hecho de granito rosa, se erigía originalmente en el Templo de Karnak en Luxor, donde lo mandó colocar Tutmosis III en el año 1490 antes de Cristo.


A pesar de tener 3.500 años de antigüedad, su estado de conservación es excelente.

La Iglesia de Santa Irene, en los exteriores del Palacio Topkapi, fue la primera iglesia jamás construida en Constantinopla. Mandada edificar por Constantino I en el siglo IV, fue la sede del Patriarcado hasta la finalización de la cercana Santa Sofía.

Aunque ha sido restaurada y ampliada en varias ocasiones, tiene la particularidad de no haber sido nunca convertida en mezquita por los musulmanes, siendo la única iglesia bizantina de la ciudad que tiene su atrio original. El interior, abierto actualmente como museo, está decorado con frescos y mosaicos del siglo VIII encargados por Constantino V.

Al parecer el interior es muy interesante, pero después de una mañana entera pateando el Palacio de Topkapi puede ser una decisión difícil...

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