Una de las atracciones de la Capadocia son las conocidas como Chimeneas de Hadas. Estas formaciones están originadas por la combinación de una capa superficial de dura roca volcánica (de tipo basáltico) con una capa subsuperficial de terreno poroso formado por cenizas volcánicas compactadas. Grietas producidas en la capa superficial hacen que los agentes atmosféricos comiencen su erosión sobre las capas inferiores, quedando una columna protegida por resistente fragmento del basalto superficial.
Toda la región está repleta de estas estructuras, y muchas de ellas han sido utilizadas para construir casas o refugios. En la carretera entre Avanos y Ürgüp se encuentra el Valle de Devrent, con una especial concentración de estas formaciones que hace que se conozca popularmente como el Valle de las Chimeneas de Hadas. Es la parada estándar de los autobuses turísticos, y una de las estampas típicas de la zona.
En el pueblo de Ihlara se encuentra el comienzo del valle del mismo nombre. Este hermoso valle repleto de vegetación enclavado entre dos cañones rocosos forma un contraste intenso con el árido terreno circundante. Por el fondo del valle corre un arroyo, y las paredes de los cañones albergan docenas de iglesias bizantinas excavadas en la roca que son de visita libre. Hay dos opciones para pasear por el fondo del desfiladero: hacerse la ruta de 16 kilómetros desde el comienzo en el pueblo de Ihlara, o bajar desde el acceso turístico que hay a medio camino por unos arduos 360 escalones pegados a la pared del cañón.
Cerca del valle de Ihlara se encuentra el Monasterio de Selime, una espectacular área con varios edificios excavados en unas chimeneas de hadas. Estos incluyen una iglesia, cocina, abrevaderos... son todos visitables tras pagar una pequeña entrada (el acceso está incluido con la entrada al Valle de Ihlara, no lo desaprovechéis), y se puede pasear tranquilamente entre ellos si se aprovechan los tiempos entre un autobús de turistas y el siguiente.
Como comentamos en el post anterior, la ubicación geográfica de la Capadocia la hizo ser un cruce de culturas y rutas comerciales durante siglos. Los habitantes de la zona aprovecharon las características del terreno y contruyeron auténticas ciudades subterráneas que usaban como refugio en caso de ataques. En algunas de estas ciudades subterráneas podían subsistir incluso más de 20.000 personas durante meses, y construyeron incluso túneles de varios kilómetros de longitud que comunicaban unas ciudades con otras.
Nosotros visitamos la ciudad subterránea de Kaymakli, de cuyos 8 niveles de profundidad están abiertos al público los cinco primeros. Esta ciudad es un laberinto de cámaras unidas por túneles que parece un auténtico hormiguero humano, y se extiende hasta los 80 metros de profundidad.
Se distinguen cocinas, establos o almacenes de grano y vino. Además, el carácter defensivo de la estructura se aprecia en las diversas trampas que siembran los pasillos: puertas rodantes con las que encerrar al enemigo en zonas sin posibilidad de escape, agujeros desde los que arrojar aceite hirviendo o lanzas a los enemigos atrapados en angostos túneles, o canales que forman sistemas de comunicaciones entre cámaras a diferentes alturas.
Toda la región está repleta de estas estructuras, y muchas de ellas han sido utilizadas para construir casas o refugios. En la carretera entre Avanos y Ürgüp se encuentra el Valle de Devrent, con una especial concentración de estas formaciones que hace que se conozca popularmente como el Valle de las Chimeneas de Hadas. Es la parada estándar de los autobuses turísticos, y una de las estampas típicas de la zona.
Típica imagen del Valle de Devrent. Falta un japonés al lado haciendo como que sostiene una de las chimeneas.
En el pueblo de Ihlara se encuentra el comienzo del valle del mismo nombre. Este hermoso valle repleto de vegetación enclavado entre dos cañones rocosos forma un contraste intenso con el árido terreno circundante. Por el fondo del valle corre un arroyo, y las paredes de los cañones albergan docenas de iglesias bizantinas excavadas en la roca que son de visita libre. Hay dos opciones para pasear por el fondo del desfiladero: hacerse la ruta de 16 kilómetros desde el comienzo en el pueblo de Ihlara, o bajar desde el acceso turístico que hay a medio camino por unos arduos 360 escalones pegados a la pared del cañón.
Las paredes están repletas de pequeñas iglesias excavadas en la roca.
Varias iglesias conservan aún frescos en su interior con muchos siglos de antigüedad.
Varias iglesias conservan aún frescos en su interior con muchos siglos de antigüedad.
Cerca del valle de Ihlara se encuentra el Monasterio de Selime, una espectacular área con varios edificios excavados en unas chimeneas de hadas. Estos incluyen una iglesia, cocina, abrevaderos... son todos visitables tras pagar una pequeña entrada (el acceso está incluido con la entrada al Valle de Ihlara, no lo desaprovechéis), y se puede pasear tranquilamente entre ellos si se aprovechan los tiempos entre un autobús de turistas y el siguiente.
Los edificios excavados en esta zona son espectaculares.
Los interiores de estas chimeneas de hadas tienen estancias muy amplias, de hasta dos plantas de altura.
Los interiores de estas chimeneas de hadas tienen estancias muy amplias, de hasta dos plantas de altura.
Se puede subir hasta la misma cima de las chimeneas, aunque hay que tener cuidado con dónde se pone el pie, porque ni hay gente controlando (salvo en la entrada) ni hay medidas de seguridad que te impidan caerte desde varios metros de altura.
Como comentamos en el post anterior, la ubicación geográfica de la Capadocia la hizo ser un cruce de culturas y rutas comerciales durante siglos. Los habitantes de la zona aprovecharon las características del terreno y contruyeron auténticas ciudades subterráneas que usaban como refugio en caso de ataques. En algunas de estas ciudades subterráneas podían subsistir incluso más de 20.000 personas durante meses, y construyeron incluso túneles de varios kilómetros de longitud que comunicaban unas ciudades con otras.
Nosotros visitamos la ciudad subterránea de Kaymakli, de cuyos 8 niveles de profundidad están abiertos al público los cinco primeros. Esta ciudad es un laberinto de cámaras unidas por túneles que parece un auténtico hormiguero humano, y se extiende hasta los 80 metros de profundidad.
La estructura de la ciudad consiste en múltiples cámaras como ésta, unidas entre sí por estrechos túneles.
Se distinguen cocinas, establos o almacenes de grano y vino. Además, el carácter defensivo de la estructura se aprecia en las diversas trampas que siembran los pasillos: puertas rodantes con las que encerrar al enemigo en zonas sin posibilidad de escape, agujeros desde los que arrojar aceite hirviendo o lanzas a los enemigos atrapados en angostos túneles, o canales que forman sistemas de comunicaciones entre cámaras a diferentes alturas.
Recomendamos contratar una visita guiada (en la entrada hay guías que por unos 15 euros te dan el paseo, explicándote las zonas a toda velocidad), pues no hay indicaciones en el interior, y el recorrido es bastante laberíntico, además de perderte si no todos los detalles. La visita puede llegar a ser un poco claustrofóbica, pues como te pille un autobús de turistas los túneles pueden llegar literalmente estar atestados. Cuando nosotros la visitamos además se fue la luz de la línea eléctrica que la iluminaba, y nos quedamos completamente a oscuras en cuclillas en un angosto túnel a varias decenas de metros de profundidad durante un par de minutos bastante largos.
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