En la región central de la isla de Honshu, Kansai, se encuentra la ciudad de Himeji. Aunque es un importante centro económico en Japón, la fama mundial de su impresionante castillo eclipsa todo lo demás. Así, hablar de Himeji es hablar de La Garza Blanca, el impresionante castillo medieval que domina geográfica y mentalmente toda la ciudad.
El Castillo de Himeji es un complejo formado por 83 edificios de madera. Recibe el apelativo de la Garza Blanca por el color blanco de sus paredes y la elegancia de sus formas. Fue el primer lugar declarado Patrimonio de la Humanidad en todo Japón, y su belleza le ha hecho ser un elemento común en imágenes turísticas y películas relacionadas con el país.
Las vistas desde el castillo eran muy buenas, con la ciudad salpicada de montes arbolados.
El propósito defensivo de su construcción queda claro en su estructura: para acceder al centro del castillo hay que caracolear por varios niveles de pasillos laberínticos que se van cerrando en espiral, siempre vulnerable a los ataques desde los numerosos matacanes y puestos de defensa.
La construcción original del castillo se remonta a 1346, en el emplazamiento de un antiguo templo en la base del Monte Himeji. Sin embargo, la estructura actual proviene de finales 1609, tras los añadidos de los diversos líderes que se fueron sucediendo en el control del fuerte.
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Aunque la ciudad fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, y los alrededores del castillo fueron arrasados, el castillo permaneció milagrosamente en buen estado. La restauración actual comenzó en 1956.
En la última planta del castillo se halla la capilla Osakabe. Ésta pertenecía al santuario que existía previamente en el lugar, y que fue trasladado cuando se comenzó la construcción del catillo. Sin embargo, posteriormente los habitantes de la zona pensaron que la Naturaleza se estaba vengando por esta acción (no sabemos los motivos exactos), y decidieron volver a colocarla en su lugar original.
En los alrededores del castillo se encuentra otro de los puntos más interesantes de la ciudad: los jardines Koko-en. Construidos hace tan solo 17 años, son uno de los jardines más hermosos que hemos encontrado en Japón. Se estructuran en nueve recintos amurallados unidos por pasillos y pequeñas puertas, y ocupan una extensión de 3.5 hectáreas.
Los jardines eran una auténtica maravilla.
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